Escrito en memoria de Ernesto «Che» Guevara
El cielo vuela sobre tu melena,
sobre tu cabello de vino y arena,
el mar nada ciñendo tu cintura
y el aire blanco baila con locura
al ritmo de la música serena.
¡América Latina! A ti te canto
las hazañas, las luchas y mi llanto.
Tierra de mi tierra, ¡cómo te quiero!
Patria de mi patria, ¡por ti yo muero!
Es por eso que sufro al ver que lloran
esos ojos tan tuyos y tan míos.
Es por eso que hay sangre en mi mirada
la misma que tú llevas en la frente
vestida de desiertos y de agua,
disfrazada de espacio y de frontera.
Es una cicatriz que no se borra,
es una herida viva aunque no sangra,
una espada que parte mis entrañas.
Estrellas son tus hijos y tus héroes,
constelaciones pintan tus naciones,
al decorar tus cielos con proezas
y con letras escritas sobre tierra,
la misma que resguarda las cabezas,
convertidas en polvo y en ideas,
de aquellos que rompieron tus cadenas
muriendo presos de una muerte bella
fusilados al pie de la querella.
Una mirada es lo que te mueve,
dos ojos que aún fuerza contienen,
las que siembran héroes que aún te sienten
para así cosechar generaciones
de guerreros en todas tus naciones.
Muchas tintas de todos los colores
recorren lentamente tus arterias,
delineando de verde tus acciones
que llevan sombras negras y amarillas.
De sabias plumas fluyen esas tintas
que en novelas capturan tu figura,
los romances, tu gente y tu locura.
Son de García Márquez y de Borges
las letras que se juntan en historias.
Son de Mistral, de Nervo y de Darío
los versos que se cantan sobre bosques;
las voces de tucanes y jaguares,
las mismas de cocodrilos y alacranes.
Criaturas maravillosas y salvajes
marchan llevando en brazos tu estandarte,
felices porque saben que eres grande
y tristes porque piensan que eres débil,
al ver como te entregas a la suerte
sin que una espada salga a defenderte
de aquellos que aún quieren someterte
conquistando tu esencia suavemente.
Bolívar en tus suelos no está muerto,
tampoco el cura Hidalgo o San Martín,
Bonaparte aún admira a Morelos
y desde su balcón lo ve de lejos
imaginándolo con él en Rusia
izando su bandera sobre nieve.
Ellos son sólo algunos de tus héroes,
muchos faltan que no dejaron nombre.
Paganas y cristianas son tus aras,
altares construidos sobre altares,
magia blanca se esconde tras los santos
que han adoptado todos tus poblados;
desde Tierra de Fuego hasta Tijuana
cada ciudad es casa de su mártir,
en la que ha de ser anfitrión de bailes
con los que se iluminan carnavales.
Es la fe lo que mueve tus montañas,
lo que hace respirar al Amazonas,
es la fuerza que impulsa procesiones
mismas que desembocan en santuarios,
como el de Nuestra Señora de Luján
que de fervor inunda Buenos Aires,
como el de Guadalupe en Tepeyac
que aún inspira copias del ayate.
La fiesta se refleja en todo tu arte,
la música está viva en todas partes,
la pobreza se viste de alegría
y baila sin dejar un solo paso.
No importa que haya pobres mientras rían
No importa que haya noches pues hay sueños
sin luz la oscuridad también es bella
pues sabes que Dios también está contigo.
A ti te quiero tierra soñadora
madre de lenguas puras y mestizas,
de palabras con ecos de colores
que derivan de voces incestuosas.
América Latina yo te amo
y estoy para servir a tus banderas,
pero antes sirvo a todos tus anhelos.
¡Dios te bendiga, América Latina!