Te di mi vida a cambio de palabras;
en tu puerta lo dejé todo, sin pedir nada.
Llegó la noche y tú no abriste,
cayó la lluvia y sobre mi vida, el agua.
Por ver tu mirada, perdí mis ojos,
por un beso tuyo, dejé mis labios,
por tu cuerpo, abandoné mi alma,
por un sueño, olvidé mi realidad.
Lo dejé todo, solo a la intemperie,
quería que lo tuvieras, que fuese para ti,
pero no quisiste o no supiste que estaba ahí.
Así fue como al no tenerte, me perdí.
Primero una gota, luego otra,
el agua de la lluvia no tuvo perdón,
mi vida, tan frágil como una hoja de papel,
el agua, tan fuerte como tu puerta de piedra.
Amaneció, la tormenta deshizo todo,
pero la tierra, tan sabia, tomó el regalo,
absorbió todo eso que había sido tuyo
y con ello creó nuevas plantas, nueva vida.
En tu nombre morí, y en tu nombre renací.
Debía perderme completa para poder vivir.
Ya nunca seré la misma, pero algo quedó de mí;
eso que queda es tuyo, si aún lo quieres, ven aquí.