«Los caballos»

Cuando era niña había en «mi pueblo» una festividad un poco extraña, se llamaba «Los caballos», o no sé si tenía en realidad ese nombre pero yo así le decía y creo que los demás también. Se trataba de una competencia de equitación que duraba como tres días y en mi colonia, alejada de la ciudad, resultaba ser una novedad. Durante todo un fin de semana los niños se la pasaban embobados viendo equinos saltar mientras daban vueltas por un montón de «stands» donde les regalaban de todo: plumas, dulces, cuadernitos, gomas y un sinfín de artículos promocionales.

Por ahí del jueves empezaban a pasar frente a mi casa camiones de caballos, dejaban como recuerdo un olor peculiar que seguro aman quienes se dedican a montar pero del cual yo no soy tan fan. Los preparativos comenzaban cuando cerraban el espacio donde estarían la competencia y empezaban a montar palcos, carpas, restaurantes y toda la pompa para que llegaran los competidores. Se trataba de un evento profesional de equitación donde todos los participantes llegaban con todo el show necesario para desempeñar su actividad. Yo tenía como 10 años y no entendía nada.

Pero… creo que yo no era la única que no entendía mucho, nadie sabía cómo se manejaba la puntuación ni las categorías pero a todos los vecinos les gustaba ir para sentirse soñados y realizados en un reino lejano de esos que salen en el «Hola» o en el «Vanidades». Cuando se nombraba a los participantes no faltaban los apellidos largos y rimbombantes que no son adecuados para los mortales de este país. Se escuchaba en el micrófono los apellidos del dueño de «la tele» y del de la fábrica de los «gansitos» que ya todos conocen.

Mi abuela no fallaba y ahí andaba igual que toda la bola pidiendo plumitas y regalitos de los stands. No fallaban Sushi Itto, una que otra aseguradora, Sports Ya! (era la prehistoria del internet) y mi favorito: Klamato. Yo daba vueltas y vueltas y me formaba como veinte veces para que me dieran un vasito de jugo de tomate con apio… ah, y un recetario donde venían cocteles no aptos para mí pues la mayoría incluían vodka, tequila y cosas que eran del Diablo, ya después crecí y cambié de opinión.

El acontecimiento de «los caballos» era en enero o febrero, ya no me acuerdo bien. Todo mundo bloqueaba su agenda, uno sabía que no podía hacer una fiesta en ese «fin» porque #Caballos…

No conformes con ver a los caballos saltar, a los niños (y a los papás también) les gustaba ir a las caballerizas provisionales, las cuales eran como lockers gigantes que ponían en un estacionamiento donde metían a los caballos. Los animales estos eran buena onda, se dejaban acariciar y creo que podías darles de comer ¿zanahorias? Nuevamente ya no me acuerdo.

Pasó el tiempo y los caballos dejaron de ir una vez al año a mi pueblo-no-pueblo. Alguna vez pregunté la razón y me dijeron que la sede del evento había cambiado. Ahora se les platica a los niños que vienen ahí, como una leyenda, que hace años en ese lugar llegaban «los caballos».

 

 

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