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En la vida hay dos maneras de hacer las cosas: imaginando que un día sucederán o pensando que ya son. El sistema educativo impulsa el primero, y aquí con sistema educativo no me refiero solamente a la escuela, sino también a la familia y a otra bola de instituciones que nos crían así.
La pregunta de cajón siempre es la misma: ¿qué vas a ser de grande? Toda mi niñez fui acosada por este cuestionamiento estúpido, pues para mí era una tontería. Yo no quería ser grande, yo ya era lo que era a pesar de mis míseros diez años: un alma vieja. Yo no quería ser escritora pues en mi mente ya me dedicaba a eso. Yo no quería ser tenista, me comportaba como tal y punto, ya después el tiempo me obligó a elegir.
Y pienso que así es esto, observo a la gente que quiere dedicarse a la música entrar al conservatorio cuando apenas cuenta con el certificado de primaria. Con los deportes sucede lo mismo: Maria Sharapova dejó Rusia con menos de diez años para irse a la academia de Nick Bollettieri para ser la número uno del mundo y lo logró.
Con los demás oficios y profesiones creo que tendría que ser lo mismo. Quizás no en todos es posible: yo no dejaría que un niño que quiere ser doctor sacara el bisturí y me operara, pero sí que hiciera funciones menores como ayudar a tomar la presión o hacer un inventario de medicamentos de venta libre mientras pregunta para qué sirven.
Cuando era adolescente la gente me veía raro porque trabajaba… y sí: mi trabajo era un juego, pero ¿cuándo no lo ha sido? Yo decía que era escritora y si alguien lo cuestionaba sacaba un ejemplar del periódico en el que trabajaba (uno que yo inventé) o del boletín de la escuela, en el que también tenía una columna de biografías.
Eso de tener que esperar a crecer me fastidiaba, porque además observaba que a pesar de que la gente creciera seguía “queriendo hacer las cosas que quería ser de grande” pero no las hacía. Entonces, ¿por qué no empezar desde ya?
Por alguna u otra razón, cada vez se nos dice que hay que esperar más para hacer las cosas. Debería ser lo normal si las vidas ahora en promedio son más largas, pero nadie nos asegura que la nuestra lo será. Además, por mucho que la ciencia avance, ninguna medicina ha podido lograr que nuestros cerebros sean igual de mágicos que a los 10 años.
En nuestra imaginación, la culpa siempre la ha tenido el sistema educativo: lineal, retrógrado y poco práctico. El cual, jamás podrá ser responsable de nuestra desidia e irresponsabilidad cuando ya tenemos la conciencia instalada en la cabeza.
Nota mental: este texto está basado en opiniones, observaciones y vivencias personales. No sustituye al veredicto de un experto ni pretende serlo.