Ayer se fue Saúl Ibargoyen, entré a Facebook y otros amigos poetas publicaron sus condolencias. No quise hacer nada, no me atreví a poner un post en ese instante, pues Saúl no era mi amigo ni mi colega, sería muy ambicioso para mí meterme a la fuerza en el círculo de la agente de su nivel. Él fue un poeta de verdad.

Tengo sobre mi escritorio una taza con una frase de él, dice algo así:

«…porque huelo y escucho
las mugres del mundo
y me niego a llorar.»

Entre mis libros tengo una antología del Feipol (Festival Internacional de Poesía Latinoamericana) donde hay poemas míos junto con los de él, lo único que tendremos en común porque ya no habrá otra ocasión.

Conocí a Saúl en ese festival hace dos años, él dio una conferencia y lo que mejor recuerdo es cuando alguien le preguntó si se deprimía y él dio una respuesta que nunca se me va a olvidar:

-Sí, y entonces me veo en el espejo y me digo «Saulito, deja de joderte».- Desde entonces hago lo mismo, cada vez que siento que tengo todo mal paso por el espejo y digo muy al estilo de Saúl: «Andreita, deja de joderte».

Saúl tenía 86 años en ese momento y era una persona sin edad, de esa gente que los años son sólo números con menos trascendencia en la vida que el folio del turno del banco o que el número de la suerte; daban igual las arrugas y las canas, él hablaba como la gente habla ahora. El acento uruguayo a veces se le oía, pero ya tenía pegado el hablar chilango.

Y ayer resulta que se va, me gustaría acordarme de más cosas que dijo cuando lo vi, de más poemas, de más anécdotas que nunca sucedieron. Me quedo con el «deja de joderte» como conocimiento práctico… Espero que esté ahora en un mejor lugar, fuera de esas «mugres del mundo» de las que tanto escribió.