Siempre he pensado que debería de haber alguna gratificación para el valiente que, a la hora de subirse a la combi, se atreve a sentarse en ese lugarcito que está justo en medio de la banca que va justo atrás de los asientos delanteros. Creo que quien lo hace, merece que le den alguna tarifa diferenciada, comisión, premio, yo qué sé, ¡algo pues!
Ese sitio es tentador, cuando lo ves vacío, se activa alguna región cerebral que te dice ¡vas, siéntate! La ubicación no es tan mala, rápido te acomodas y rápido te bajas, las pompis entran fácil y no tienes que sufrir para moverte como si fueras una figura intentando escapar de un bloque de Tetrix.
Aquellos que no están muy familiarizados con el transporte público se preguntarán por qué hay que gratificar al que le toca el mejor lugar (qué gandalla ¿no?). La respuesta es muy simple: pues porque la comodidad de ese lugar está pensada para que quien se sienta ahí pueda hacer bien su chamba, pues en cuanto alguien coloca sus asentaderas ahí, acepta ser el cajero del pesero.
Sí, nadie podrá salvarlo de que todos le digan «le pasa dos pal´metro de la fuente», «ahí le da uno de pa´LA Canon», etcétera, etcétera. El chofer obviamente nunca entiende, o se hace el que no oye y pregunta de nuevo, y pues el cajero es quien tiene la obligación de responder. Peor aún es cuando los demás pasajeros pagan con billete grande y al cajero le toca andar repartiendo cambio; además de que les toca cobrar ¡tienen que poner atención de no darle a uno el de otro! Lo cual sería un asunto grave, debido a que el 90% de los usuarios de las combis andan enojados; cometer un error ahí ocasionaría desde una jeta de miedo hasta una mentada de madre.
A mí antes me chocaba tener que hacerla de cajera, procuraba sentarme hasta el lugar más escondido aunque tuviera que viajar toda aplastada entre dos sujetos con obesidad mórbida con tal de no tener que hacer labor de cobranza, pero con el tiempo le fui agarrando cariño a esta actividad; de hecho ahora cuando me toca hasta me lo tomo muy enserio: ahí me tienen preguntándole a cada quien dónde subió, a dónde va, cuántos paga y además doy un servicio adicional: checo que a cada uno el chofer le entregue bien su cambio, por eso de que luego casi no son lacras (sarcasmo).
La verdad es que cuando me toca hacer esta chamba me siento bien «pro», eso de ser la cajera-gerente del pesero me hace sentir bien acá (jaja), y además lo tomo como mi buena acción del día. Sin embargo, creo que no estaría mal que aplicara eso de la tarifa diferenciada para el cobrador. Sí, sé que se escucha como propuesta del Partido Verde, pero aún así estaría bien que a alguien se le ocurriera. ¿Qué opinan?