¡Un-dos-tres! Por el mejor Halloween de mi vida

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Una buena prestación de trabajar en la industria publicitaria son los «Halloweens», una fiesta de éstas es un Halloween de verdad, no tonterías. Los disfrazados parecen cosplayers profesionales y el alcohol es mejor que en otros sectores. En una agencia donde estaba llevábamos la cuenta de una marca de ginebra muy cool y ya se imaginarán en qué terminó eso.

En este lugar fue donde participé en la mejor fiesta de monstruos que me ha tocado… Yo me disfracé de hamburguesa, bueno, en realidad de pan de hamburguesa… Qué oso; pero más bien el que hizo un gran oso fue otro amigo de ahí, su historia es de mis favoritas de los «Jalogüins». El cuate era un copy que se disfrazó de pirata, de vampiro o ya ni me acuerdo de qué, pero su disfraz incluía maquillarse toda la cara de blanco y dentro de su indumentaria jalogüinezca agregó una playera negra que decía «Vamos al teibol». Okey… Sí, así fue.

Todos la pasamos muy bien, empezamos con música electro y terminamos con lo huapachoso; no faltaron «Talento de Televisión» y «La Macarena». Como a las dos o tres toda la agencia estaba hasta donde ya se imaginan, incluyendo al de la playera de «Vamos al Teibol», quien agarró un aventón para irse a su casa. Hasta ahí fue feliz; en medio de su peda, mi pobre amigo olvidó en su escritorio el cargador de su celular y las lleves de su depa, así que cuando llegó al fin a su casa, se encontró en la puerta de su casa sin manera de entrar y sin cómo conectar su celular para que alguien fuera a salvarlo… obvio ya no traía nada de batería.

El frío estaba horrible… La solución que encontró nuestro buen amigo  fue meterse a dormir a un hotel de paso que estaba a una cuadra de su casa. Entró por la puerta que uno normalmente atraviesa acompañado, saludó a la recepcionista con el típico «Buenas noches, necesito un cuarto». La fulana lo vio raro: ¿pedo?, ¿maquillado?, ¿solo?, ¿en Halloween? Qué miedo… ya sólo faltaba que estuviera drogado.

Con temor a parecer indiscreta, la chica lanzó la pregunta comprometedora: ¿Espera a alguien más? La respuesta fue triste:

-No, no… soy yo solo.

-Okey, toma la habitación 201.- Fin de la conversación.

Al día siguiente algunos llegaron crudos, otros no llegaron y otros más, como este susodicho, aún disfrazados y en versión reloaded. Apareció como un espectro, las ojeras parecían más reales que las del día anterior; eran de verdad. Debajo de su cuello todavía con marcas de maquillaje blanco, leí en su playera lo mismo que el día anterior: Vamos al teibol…

¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué vienes aún disfrazado? Pregunté todo, cuando me di cuenta que ni chance le había dado de responder me callé y escuché la verdad, toda la verdad:

-Me fui a… ¡un hotel!

-Wow, a ver, cuenta… Con quién, te fue bien amigo..- Mi metichez no tuvo límites.

-Solo-. Sí, me contó la historia… Triste historia. Resultó que la menos el hotel de paso tenía tina, pero al parecer no había sido suficiente para quitar de su cara las toneladas de maquillaje blanco.

Primero no le creí: ¿a quién carajos le pasa eso? Ya después me solidaricé con él y con su triste historia del terror y lo invité a curarse la cruda que ahora le pesaba lo mismo que un elefante sobre la espalda: ¡Vamos por unos chilaquiles! Fin.

Andrea

Una respuesta a “¡Un-dos-tres! Por el mejor Halloween de mi vida

  1. ¡Vaya!, pobre sujeto. Esa si que fue una verdadera historia de miedo.
    Eso del maquillaje blanco es un lío total para sacartelo de la cara, jaja, el muy desgraciado parece impregnarse entre los poros de la piel.

    ¡Saludos!

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