La costumbre masculina de hablar de trabajo… siempre

Hay una costumbre masculina que no entiendo: hablar de trabajo siempre; en la sala, en el comedor, el lunes, el domingo… todo el tiempo. Quizás algunos años me gustaba, pero ya no; honestamente si es tiempo libre prefiero platicar de otras cosas: de chismes, de series, de libros, de tonterías, en fin.

La razón es muy simple: trabajo seis días a la semana desde que Dios amanece y fuera de este horario lo último que me interesa es escuchar de lo que he estado haciendo. Lo interesante aquí es que la mayoría de los ambientes sociales en los que participo, salvo la Iglesia y la clínica de depilación, son mayoritariamente masculinos, por lo que las pláticas de trabajo están a la orden del día.

Si las conversaciones son de gente cercana a mi edad suelen darme mucha risa… se escuchan una gran cantidad de eufemismos e historias alrededor de los términos «nini», «junior», «amo de casa» o de cosas que simplemente no son:

«Sí, weee… ahorita estoy trabajando con mi papá… en unos proyectos, pero mientras estoy armando una comercializadora weee. La neta está bien weee, prefiero eso que tener un trabajo godín». La realidad: recién egresado, semi-nini, chalán elegante en el negocio de su padre.

«Estoy trabajando en un proyecto, un amigo está haciendo unas casas y estoy en eso… ya que se haga voy a ganar porque me va a dar comisión de lo que se venda». La realidad: futuro vendedor de bienes raíces, pero quiere sonar a que el pastel es de él.

«Mi chava (novia) está empezando un negocio y yo le ayudo… ella no le sabe mucho a los business pero estoy ahí apoyando porque si no no funciona». La cruda verdad: la mujer hace todo y él está ahí sólo dando instrucciones y echándole ganas cuando le conviene.

Salvo lo de ser nini, no creo que esté mal ser corredor de bienes raíces, mucha gente que quiero se gana la vida así y me parece un gran trabajo. Tampoco pienso que sea problema ser «amo de casa» y ayudar a la novia o esposa en el changarro… Lo que sí me parece absurdo son las mentiras que se utilizan para evitar poner en riesgo al caparazón del ego masculino.

Aunque hay muchas mujeres que pecan de lo mismo (no quiero sonar feminista porque ni lo soy), es notorio que esta práctica es más común en el terreno masculino; sin excluir edades ni ocupaciones. Si te sientas en la mesa de mujeres en un evento social escuchas algunas pláticas de negocios y de trabajo, pero principalmente se habla de la vida, de los hijos, de las amigas, de los hobbies… pero si te cambias a la de los varones te tocará zamparte a Juan y Pedro presumiendo y a Pablo y a Santiago exponiendo proyectos cuyo principal accionista será Dios Padre porque seguramente se realizarán cuando ambos ya estén en el Cielo con Él (es decir: nunca).

Antes cuando me encontraba en este tipo de escenarios trataba participar hablando de mi trabajo… pero un día decidí declinar. La razón número uno ya la dije al principio: qué flojera llegar al fin de semana al cumpleaños de Fulanín a hablar de tus pendientes y pleitos del diario. La segunda razón es que la mayoría de las veces solía exponerme a consejos innecesarios o recomendaciones que no vienen al caso…  o en el peor de los casos, embarcada en proyectos financiados con humo donde sólo terminaba trabajando gratis en cosas que finalmente ni se hacían.

Sé que en estos párrafos he lastimado algunos egos masculinos… no era mi intención, ya saben que me gusta jugar con la realidad y reírme un poco de ella; prohibido tomarlo personal. Por lo pronto, cuando me pregunten a qué me dedico en una fiesta, seguiré saliéndome por la tangente respondiendo que soy la encargada de la mesa de dulces o que diseñé la piñata.

Andrea

 

 

 

 

 

 

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