El aeropuerto de «Bernardo y Bianca»

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Si alguien busca el aeropuerto de la película de «Bernardo y Bianca» basta con tomar un avión a Cuernavaca. Bueno, sería a la Ciudad de México y después un camión a Cuerna pues en este aeropuerto ultraminimalista ya no hay operaciones de vuelos comerciales, o en eso me quedé.

Bueno, hace 15 años sí había vuelos pues era el aeropuerto base de la desaparecida «Aerolíneas Internacionales» que tenía una especie de «metrobús» aéreo con paradas en Acapulco-Cuernavaca-Monterrey-Culiacán-Tijuana. Si esta aerolínea hubiera existido en la época actual habría aparecido en cientos de memes y momos pues todo mundo se burlaba de ella… decían que era la aerolínea de las «tres mentiras»; porque según la gente ni era una aerolínea real, ni era internacional (lo cual es cierto), ni volaba (lo cual se volvió una realidad cuando sus aviones empezaron a ser abandonados, destruidos y vendidos por kilo).

Para endulzar más el bullying que esta aerolínea recibía, a su dueño se le ocurrió patrocinar a un equipo de futbol que apenas duró seis meses en primera división: Los Colibrís, además de uniformar a los pilotos con un traje blanco cuando trabajaban en domingo (según había un acuerdo con la Virgen de Guadalupe el cual dictaba que así debía de ser).

En los aviones de esta compañía de dudosa procedencia volé sola por primera vez cuando era una mocosa de 12 años y me pusieron un gafete del tamaño de mi cabeza con el número «2».

Recuerdo que tenía un vuelo a Monterrey a las 6:45 de la mañana. Mi mamá obviamente no quería levantarse a las 3 o 4 para irme a aventar al avión por lo que prefirió que nos fuéramos desde la noche anterior a dormir a un hotel cercano al aeropuerto en cuestión. Así fue, salí con mis maletas y todo iba normal hasta que mi mamá  comenzó a preocuparse porque ninguno de los hoteles le latía.

«El Secreto», «El Encanto», «El Rapid Inn»… Cualquiera que haya pasado por la autopista Cuernavaca-Acapulco sabrá de qué estoy hablando. Después de dar vueltas al fin encontramos un hotel apto para mi mamá: el «Acapulco». A mi mamá le pareció bien porque vio niños jugando en la puerta del hotel y supuso que sería un lugar «familiar».

Llegamos, nos dieron un cuarto y comenzó la experiencia… he de confesar que no he conocido un hotel que lo supere: resultó que la habitación era compartida con cucarachas y que las sábanas tenían hoyos. El baño aún tenía fluidos de los huéspedes anteriores y la regadera estaba justo encima (alineada) con el escusado. El piso de la habitación era de un material parecido al patio de un kínder (con piedritas incuidas), un foco estaba fundido y ya no recuerdo más detalles.

Esa noche no pude dormir nada: en uno de los cuartos cercanos se escuchaban un montón de niños echando relajo y en otra habitación contigua se oía a una pareja de adultos… también echando relajo. Mi mamá me dijo «tápate los oídos»… yo no entendía por qué.

Me la pasé esperando a que sonara el despertador…. me daba miedo agarrar sueño y que nos quedáramos dormidas y mi avión se fuera. Total, nos paramos como a las 5:30, a las 6:00 ya estábamos en el aeropuerto con la ilusión de que hubiera al menos una máquina de café o unas galletas… pero nada de eso, quienes diseñaron ese aeropuerto tomaron muy enserio eso de que menos es más… y no había nada.

Moría de sueño, a las 6:30 mi mamá me dejó encargada con las sobrecargos, yo ya sólo quería que apareciera el avión… con ese aeropuerto, esperaba que fuera una gaviota como en Bernardo y Bianca, pero no: era un Boeing normal.

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