«Cielito Querido» es un ejemplo de lo que sucede cuando te niegas a parecerte a algo pero tanta es la obsesión que terminas siendo muy similar a lo que niegas o evitas. Para quienes no vivan en México o en las ciudades donde se encuentra esta cadena de cafeterías, les cuento; si han visto la película de «Coco» me entenderán, sólo imagínense un Starbucks común ambientado en los escenarios de este filme: colores, detalles mexicanos, tradiciones, todo muy pintoresco.
Los precios son muy parecidos, el menú base también. Los nombres cambian: allí el chico se llama «chico» en vez de «¿alto?»; el «mediano» sustituye al «grande», y el «grande» es realmente el grande en vez del starbucksiano «venti». Como paréntesis cultural, la verdad no sé de donde sacaron estos nombres tan mafufos los del Starbucks; cuando fui a Italia y pedí un «café venti» se burlaron de mí y me dijeron que eso no existía, que ahí sólo había cafés de un tamaño: microscópico (allá el café se toma en porciones muy pequeñas; el expresso es un mini shot y el americano sólo tiene 180 ml. o algo así).
Volvamos al Cielito; ofrecen opciones «mexicanas» pero que de mexicano sólo tienen el nombre: Chilaquiles preparados como totopos aislados con apenas unas gotas de salsa, molletes planos, sándwiches en pan de Concha (un poco dura) y dulces típicos. Digamos que son los mismos platillos que se compran en la calle por no más de 20 pesos, pero en una versión limada, pulida y «for export». Es como los restaurantes de comida pseudomexicana que engañan a la gente en Estados Unidos con tacos que ni son tacos… el problema es que aquí el Cielito hace lo mismo, pero en lugar de sorprender a extranjeros inocentes en busca de detalles mexicanos, engaña a los profetas en su propia tierra.
No todo es negativo… es mi humor ácido el que se deleita cada vez que ve una cola enorme conformada por «Starbucks-haters» y mexicanos orgullosos que piensan que ir al Cielito es más «mexican-friendly» que ir a comprar un café venti en ya-saben-dónde… cuando en realidad consumen el mismo modelo de negocio. Pero repito, no todo es negativo, el agua de horchata del Cielito es la mejor, también su café capuchino con cajeta es bastante bueno, así como su pastel de queso (el cual no tiene nada que ver con el típico pay de queso que se come en México pues se parece más al típico NY Cheescake).
En fin, la experiencia de ir es linda, sí… pintoresca, poética, aunque antes era un poco mejor…
Ah que atinada observacion. Una vez fui con Toño y Cusi saliendo de la 32 y desde entonces no regrese.
Enviado desde mi Polaroid de Telcel
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