Me despertó el sol del Valle del Río Grande,
el mismo que llega a Monterrey
y se convierte en el sol de Alfonso Reyes.
Me despertó un sueño vivo,
de esos que te hacen sudar,
y también llorar.
Cuando me levanté vi caer mi celular
y escuché como se te rompía la vida en pedacitos,
pero yo no estaba para irlos a levantar.
En el sueño vi donde estabas,
donde sé que ahora estás,
y Dios me dice:
«yo lo cuido, no puedes irlo a buscar,
tú aún no has de ser ángel,
porque antes de volar hay que aprender a andar.»
¡Porque antes de volar hay que aprender a andar!