Dicen que hay que «dejar ir», yo no sé cómo; la verdad es que sólo saco las cosas y ya Dios decide cuándo pasa por ellas; el problema es que el horario de Dios es más irregular que el del camión de la basura, a veces se las lleva una hora después y otras puede dejártelas estorbando en la puerta por un año. Finalmente, él es quien decide, el chiste es que uno tenga la voluntad de ponerlas afuera.
Sin embargo, llega un día en que abres la puerta y todo el mugrero que diste de baja ya no está, la camioneta de Dios al fin ha pasado… la basura se ha ido a un centro de reciclaje, a una tienda de segunda o de cuarta, o quizás alguien la rescató y ahora la están vendiendo en Ebay a cambio de las perlas de la Virgen… uno nunca sabe.
Esa sensación de abrir la puerta y ver que el tiradero se fue es la misma que experimentas cuando puedes hablar de algo que te fastidiaba y ya no te importa, cuando un recuerdo ya no te duele, o cuando una situación incómoda ya no existe en tu cabeza: la buscas en tu cerebro y cuando haces clic en el ícono para abrirla te sale un letrero que dice «el archivo que buscas está dañado o ha sido eliminado». Gracias.
«Tienes que dejar ir»… «Let it go… «Suelta»… Blablabla, están de moda esas palabras y llevarlas a cabo es muy difícil. No puedo, pero al menos hay alguien más grande que se encarga de esa tarea. Para mí el término «soltar» es eso, comenzar a vivir como si lo que me molesta ya no existiera, confiando en que sacarlo ha sido la decisión correcta y que el día menos esperado ya no estará ahí.
Andrea